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IMÁGENES DEL CASTILLO Y LA VILLA MEDIEVAL AMURALLADA DE ÓBIDOS, CONSIDERADA UNA DE LAS SIETE MARAVILLAS MONUMENTALES DE PORTUGAL, SEGÚN LA ENCUESTA POPULAR PROMOVIDA POR EL MINISTERIO DE CULTURA LUSO EN EL AÑO 2006; DESPUÉS DE UNA PREVIA SELECCIÓN POR EXPERTOS ENTRE UN TOTAL DE 793 MONUMENTOS NACIONALES, QUEDARON PARA LA FINAL UN TOTAL DE 21 Y ENTRE LOS MISMOS, DESPUÉS DE SIETE MESES DE VOTACIÓN MASIVA Y POPULAR POR TODOS LOS MEDIOS TECNOLÓGICOS, EL DÍA 7 DE JULIO DEL AÑO 2007 EN EL ESTADIO DA LUZ, DEL BENFICA, EN LISBOA, SE DIERON A CONOCER LAS SIETE MARAVILLAS Y LA SEGUNDA ELEGIDA DETRÁS DEL CASTILLO DE GUIMARÃES FUE EL CASTILLO DE ÓBIDOS.

EL LICOR QUE SE ELABORA CON SUS GUINDAS O ‘GINJAS’ ES UNA DE LAS MAYORES EXQUISITECES GASTRONÓMICAS DEL PAÍS HERMANO Y AL QUE YO ME COMPROMETÍ A APOYAR CON TODAS LAS FUERZAS TURÍSTICAS DE MI WEB EN EL AÑO 2007, CUANDO SUFRÍAN LOS PEORES EMBATES DE LA ACTUAL CRISIS Y QUE AFORTUNADAMENTE ESTÁN SUPERANDO.

 
 

 

Y como era la última Maravilla que me faltaba conocer de Portugal el pasado mes de octubre le dediqué una impactante e íntima visita que, espero, les motive a seguir mi ejemplo.

    Este es el primero de los varios mini reportajes que voy e escribir sobre Portugal, país que me enamoró cuando visité Lisboa por primera vez en el año 1963, cuando yo, con 18 años, ya era un viajero impenitente en la que luego sería mi profesión y mi pasión.

    En la recoleta, pequeña y cuidadísima villa medieval de Óbidos, Monumento Nacional desde el año 1951, donde viven poco más de 2000 felices habitantes, todo es un regreso al pasado, como lo definió el genial José Saramago, que también decía “El viaje no termina jamás. Solo los viajeros terminan. El objetivo de un viaje es solo el inicio de otro viaje".

    Otra portuguesa Universal, la maravillosa y bellísima reina del Fado, Amália Rodrigues, que tuve la gran suerte de escucharla muy cerquita, en su melancólica, triste, dramática y desgarrada canción “Vou dar de beber à dor”, decía en una de sus estrofas que la ginjinha (o licor de guindas) era lo mejor para regar el dolor, que todos alguna vez sufrimos, incluso por amor.

    En la pequeña e interesantísima Iglesia de Santa María se casaron, el día 15 de agosto de 1441, dos niños Infantes con solo 9 y 10 años; el que sería años más tarde rey Alfonso V de Portugal y su prima la princesa de Coimbra, Isabel.

    Óbidos, cuyo nombre significa ciudadela fortificada, fue cedida en el año 1210 por el rey Alfonso II a su esposa la reina Urraca y empezó la tradición real de ceder a sus esposas dicho amurallado y romántico enclave, por eso también se le llama “Vila das Rainhas” o villa de las reinas, en portugués.

    Su bellísimo Castelo, que data del siglo XII, tiene paredes de hasta 13 metros de altura y fue, como sus murallas, obra del Rey Dinis I; actualmente es una Pousada que hará las delicias de los amantes de dormir en recintos mecidos por su historia medieval.

    Al estar a solo 84 km desde Lisboa por la A-8 tiene multitud de visitantes, recomendándoles, si ello fuera posible, que no la visiten en fines de semana o que le dediquen media jornada por la mañana temprano o al atardecer para evitar aglomeraciones excesivas, con que pierde una gran parte de su medieval encanto. La buena empresa lisboeta de autobuses Rodoviária do Tejo les llevará en una hora, a 7,60 euros los mayores y 50% los niños, habiendo también reducciones de 1,50 euros para los mayores de 65 años, y tienen muchas frecuencias diarias, como pueden ver en su web: www.rodotejo.pt. El plan ideal es llegar a media tarde, cuando la mayoría de sus visitantes ya regresan; alojarse en alguno de sus hoteles (la mayoría no tiene aparcamiento y deberán dejar sus vehículos en un seguro parking público o reservar con tiempo, como hice yo en el no muy caro y confortable Hotel Real d’Óbidos, que tiene una piscina perfecta para relajarse en días calurosos, acompañados de un vaso con Ginjinha de Óbidos, contemplando sus murallas y su Castillo); y reservar, también, mesa para cenar pronto en el cuidado restaurante Petrarum Dominus, que está en el centro de su comercial calle principal o Rua Direita, donde si además tiene la fortuna de que les atienda una profesional y atractiva joven portuguesa llamada Claudia, su cena será perfecta y con una relación precio-calidad muy razonable. El atardecer de un día soleado y el amanecer paseando por sus solitarias y silenciosas calles son dos momentos singulares que recordarán con Saudade, al pasar el tiempo.

    Durante los inviernos hacen una muy interesante Feria Internacional del Chocolate, que se celebró por primera vez en el año 2002 y a uno de sus más clarividentes empresarios licoreros, propietario de Oppidum, se le ocurrió la feliz idea de servir el suave y rico licor de 20º, o Ginja de Óbidos, dentro de tacitas de chocolate, con la sugerencia de beber el Ginja y comer el vaso. Les recuerdo que en la pequeña aldea de Sobral da Lagoa, a cuatro kilómetros de Óbidos, su especial microclima hace que se produzcan las mejores guindas o cerezas silvestres de Europa, cuyos primeros árboles llegaron desde tierras lejanas, colindantes a los mares Caspio y Negro de Asia Menor, en los albores del siglo I dC; siendo muy ponderadas las cerezas o guindas de Lusitania, ya en escritos del historiador romano Plinio el Viejo.

    Otros momentos espectacularmente bucólicos para visitar Óbidos y Sobral da Lagoa es a finales de abril y primeros de mayo, cuando florecen, como pasa en el valle español del Jerte, miles de cerezos o guindales; y qué decirles de la emoción colorista recolectora que se produce de una forma artesanal, ayudados por bíblicos asnos, durante las primeras semanas del mes de julio. La especial acidez de esos protegidos terrenos, unido a la sabia mezcla de guindas dulces y amargas con un buen aguardiente, el azúcar, la canela, otros secretos monacales y una lenta elaboración, han conseguido que se produzcan anualmente más de 150.000 litros de Ginja portuguesa de las zonas de Óbidos, Alcobaça y Sierra de la Estrella, donde está el monte más alto de Portugal, con 1993 metros y la única estación de ski Vodafone en el distrito de Guarda.

    Otros días con muchísima emoción para visitar en el año 2015 con sus hijos de 3 a 13 años Óbidos es en su famosísimo Mercado Medieval, que se va a celebrar entre los días 10 de julio y 3 de agosto, por lo que sí deberían buscar un alojamiento próximo, pues los niños fliparán disfrazándose en numerosísimos vestidos de época que alquilan por precios razonables y todos los comentarios que pueden leer en Internet de este espectáculo de época son buenísimos, ya que las fiestas de disfraces o carnavalescas encantan a peques y a mayores.

    P.D. Recomiendo a las nuevos ediles de cultura que salgan elegidos en las próximas elecciones municipales, en mayo, que viajen el próximo verano a Óbidos con sus hijos pequeños y saquen útiles enseñanzas para convertir los amplísimos y desaprovechados espacios del Pueblo de Asturias de Gijón en un Atractivo y divertido espectáculo ancestralmente costumbrista astur-celta que haga las delicias de los hijos de los miles de visitantes que acceden los meses de julio y agosto a nuestra bellísima y turística ciudad y buscan nuevas motivaciones para ser adictos repetidores a nuestra acogedora villa marinera.




Primera e impactante visión de las murallas y del Castillo de Óbidos al empezar a caer la tarde, que es cuando la mayoría de los turistas no alojados vuelven a sus lugares de origen y se puede saborear esta pequeña e idílica villa medieval sin ningún tipo de agobios de espacio.





Los previamente leídos comentarios en Booking y Tripadvisor, unido a su buena puntuación y precio, fueron decisivos, junto a un amplio y gratuito garaje, para acertar en reservar una cómoda habitación con vistas a las Murallas y al Castillo en el excelente 4* Hotel Real d'Óbidos.





Una típica, larga y sabrosa ginjinha d'Óbidos, que es una especie de suave y dulce aguardiente de guindas con 20º de alcohol, fue, como copa de bienvenida gratuita, una sensación perfecta, antes de darme un relajante baño en su impoluta piscina con memorables vistas medievales.





El licor de guindas que he probado muchas veces en la famosísima A Ginjinha de Lisboa, situada en Largo de São Domingo 8, pegadita a la Plaza del Rossio, fue creado por un emprendedor fraile benedictino gallego llamado Francisco Espinheira, del convento de la iglesia de San Antonio, expulsado de la vida monacal por la absurda moda liberal de cerrar, en 1834, la mayoría de Monasterios portugueses regidos por Órdenes Religiosas, como pasó poco después en España con las injustas Desamortizaciones de Mendizábal.
Este abuso anticlerical, que siempre he considerado una neoliberal y anticultural afrenta, fue también el origen de la venta obligada de la fórmula magistral monacal de los Pastéis de Belém, al tener que cerrar el Convento del Monasterio de Los Jerónimos a un aprovechado empresario portugués enriquecido en la colonia del Brasil con el negocio del azúcar en el año 1837.
Les he largado un pequeño rollo histórico para que compartan conmigo las razones por las que desde el año 1963 decidí enamorarme de Lisboa y de esta austera, sufrida e hidalga nación Portuguesa, a la que admiro profundamente y así también entienden mi emoción por haber podido finalmente descubrir la magia de la medieval Óbidos, rodeado de unas vistas inconmensurables de su Castillo, de sus Murallas y de alguna de sus once Iglesias, con el cálido apoyo de la Ginjinha de los cerezos de Sobral da Lagoa.






Aunque yo, como experto, profesional y veterano viajero gourmet, procuro tenerlo todo programado y reservado; a las 19 horas entré en el restaurante Petrarum Domus para elegir la tranquila mesa del fondo en el primer piso y los platos que cenaríamos a las 20 horas, pues les recuerdo que la mayoría de casas de comidas en Portugal tiene un horario más racional y temprano que el nuestro, con el que me acoplo de maravilla.





Esta curiosa imagen de una extraordinaria librería, donde también venden frutas y verduras ecológicas locales, es una de sus muchas tiendas fotografiadísimas que, seguro, habrán visto antes en alguna revista de viajes o reportaje sobre esta recoleta y famosa pequeña villa medieval de Óbidos, que no hay que olvidar, es una de las Siete Maravillas Monumentales de Portugal.
Las manzanas y las cebollas de esta rica zona agrícola son casi tan famosas como las ginjas que dan vida a este extraordinario, conventual y medicinal licor.






Nada más atravesar las murallas de Óbidos por la puerta que desde el este da acceso a la Rua Directa, que es la más importante de sus dos delicadas y cuidadísimas calles comerciales, tendrán la ocasión de recrearse con estos preciosos azulejos cuya imagen me place regalarles.
Por esta medieval y centenaria Rua Direita llegarán al Monumento Nacional del Pelourinho de Óbidos, situado a pocos metros de la pequeña pero históricamente bella Iglesia de Santa Maria, donde en el año 1441 se casaron los dos niños Infantes Alfonso e Isabel, con 8 y 10 años de edad.
Es importantísimo, para facilitarles su paseo, que el calzado elegido sea extremadamente cómodo y con una suela que amortigüe su lento y observador andar (para tratar de captar los miles de detalles que atesora esta mágica villa) sobre esta empedrada Rua con muchos siglos de vida a sus espaldas que les enamorará con total seguridad.
Expresamente no he querido incluirles más fotos de los rincones decorativos de esta comercial Rua, para que disfruten mucho más al descubrirla y busquen ustedes sus mejores encuadres para el fotográfico recuerdo.
Otra impactante curiosidad comercial, que nunca había visto en lugar alguno, es la no repetición de artículos de artesanía, recuerdo o decorativos que venden en sus innumerables y encantadoras tiendecitas, en las que uno se queda ensimismado y patidifuso, admirando sus originalísimos y bellos productos, pues cada pequeño rincón comercial es un atractivo mundo diferente.
Y a las personas mayores con movilidad reducida o acompañadas de niños no les recomiendo subir a recorrer sus murallas, ya que las medidas de protección son medievales y hay que evitar correr riesgos innecesarios, pudiendo obtener iguales o mejores vistas desde todo tipo de ángulos a lo largo del deambular por sus callejuelas plenas de flores y vida.






Este romántico Castillo de Óbidos reconvertido en confortable Pousada ha sido elegido en segunda posición por numero de votos entre Las Siete Maravillas de Portugal, en la votación promovida por el Ministerio portugués de Cultura en el año 2007 y es merecido Monumento Nacional desde 1951, justificando sobradamente la visita turística que me faltaba realizar a la Vila das Rainhas.
La presencia de mi ayudante habitual en un solitario primer plano da fe de la electrizante soledad de sus murallas al recibir los últimos rayos del sol en un natural atardecer de postal, que me permito, para preservar mi intimidad, no mostrarles; distinguidos y fieles seguidores.






Junto a este bellísimo Castillo construido en el siglo XII por el rey Dom Dinis I, recientes excavaciones han descubierto restos celtas y romanos que, unidos a los visigodos y árabes, conforman su rico legado histórico.
Hay tres fechas anuales, en el devenir de Portugal, que no deberíamos nunca olvidar:
La 1ª es el año 1143, cuando el Conde Alfonso Henriques establece el reino de Portugal mediante el tratado de Zamora y pasa a ser su primer rey.
La 2ª es el año 1147, cuando el crack independentista y rey Alfonso Henriques toma Lisboa a los moros.
La 3ª es el año 1249, cuando el rey Alfonso III conquista la última ciudad del Algarve a los árabes, expulsándolos del territorio nacional portugués, como lo conforman actualmente.






El sencillo y cuidado restaurante elegido para cenar dentro de las murallas de esta incomparable y turística Villa de Óbidos se llama Petrarum Domus. Su carta es lógicamente reducida, con precios muy razonables y buena calidad en todos los platos que cenamos a primera hora, pues así se evitan las esperas. Les recuerdo los horarios de sus comidas, que sirven desde las 19 horas a las 21.45 y mi primer plato fue la ensalada de pulpo que les muestro y que costaba 6,75 euros.





El segundo plato, como no podía ser menos al ser un acérrimo forofo del bacalao, que en Portugal es casi un arte celestial su elaboración en más de mil fórmulas diferentes, se llamaba Bacalhau a Chefe y su justo precio eran 14,75 euros, pues estaba delicioso, perfecto en su punto de cocción y con el justo y desalado sabor.





En los vinos no les entro en detalles, pues todo depende de su economía y de su paladar, y yo, humildemente, soy un veteranísimo gourmet extremo, con miles de experiencias profesionales acumuladas, al ser un hotelero Premium desde mi más tierna infancia; pero les mostraré la ginjinha deliciosa que me sirvió la joven, eficiente y bella portuguesa, Cláudia, acompañada de dos guindas silvestres de la marca local Oppidum en típico envase de chocolate, que como bien saben, se come después de beber la dulce, típica y suave ginja de Óbidos con 20º de alcohol.
Otra curiosidad que probé, de su carta de postres, por ya conocerla hace muchos lustros pero que me sigue seduciendo, es el Brigadeiro o la trufa que crearon en Brasil sobre el año 1920 y que, seguro, muchos de ustedes con niños pequeños preparan en sus casas.
La fórmula es muy sencilla de elaborar, pues solo se necesita un bote de leche condensada, que mezclan al baño maría con tres cucharadas de cacao y una cucharada de mantequilla.
Una vez bien removido y mezclado, se deja enfriar y después, con una cucharita de postre, preparan con sus dedos humedecidos en mantequilla o margarina unas bolitas o trufas brasileñas, decorándolas por fuera con chocolate de mil colores, polvo de coco, almendra molida, azúcar arco iris o glas, frutas deshidratadas en trocitos y un largo etcétera que cubrirá, seguro, su imaginación culinaria.
Si en vez de utilizar el cacao tradicional utilizan el blanco o deshacen, si no lo tienen previamente en el microondas, una tableta de chocolate blanco, la variedad será mucho mayor y sus hijos fliparán de satisfacción al ver que tienen unos padres muy creativos que los cuidan y alimentan con primor.



 
     
     
   
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