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Soy un acérrimo admirador del buen hacer hostelero de muchísimos mallorquines, pues desde la sencillez y el esfuerzo han sabido adaptarse desde el año 1929, en que el poeta y visionario argentino, Adán Dichl, construye el Hotel Formentor, donde viajaran las clases altas, económica y culturalmente hablando, de todo el mundo civilizado.
En ese mismo año también se inaugura el Hotel Illa d´Or, en Puerto Pollença, que les mostraré en un próximo minireportaje, pues es un lugar realmente mágico, del que Agatha Christie escribió en 1930:
Después de pasar por las estrechas calles de Pollensa, siguiendo la sinuosa línea de la costa, llegaron a (...), un pequeño hotel situado a la orilla del mar, con una vista que, en la neblina de aquella hermosa mañana, tenía la exquisita vaguedad de una lámina japonesa...
Estos míticos titanes isleños de la provincia romana Balearica han soportado a cartagineses, romanos, vándalos, bizantinos, árabes, hasta que en 1229 el rey Jaime I de Aragón, rinde a las tropas árabes, tomando su capital Medina Mayorga, que era como llamaban a Palma, y finalmente pueden vivir en paz hasta nuestros días.
Me emociona tanto esta increíble isla que he tenido la suerte de conocer hace muchas décadas, que me levanto temprano, mientras mi mujer duerme y luego desayuna y se va a la playa de Muro, yo con mi máquina, dos toallas y el coche que tengo alquilado me escapo a buscar en la soledad del gourmet extremo que debo ser, el aroma del romero silvestre, el zumo de las naranjas de Sa Pobla, como preludio a la fiesta de los sentidos que es desayunar una ensaimada o un cremadillo con crema o cabello de ángel, acompañado de una gran taza de humeante y aromático café.
Luego trato de grabarme las sensaciones singulares de los paisajes y el paisanaje, desperezándose al despertar el día; ante tantísima belleza no hay quien duerma y los amaneceres y atardeceres de Mallorca son sencillamente irrepetibles.
Hoy, mis queridos seguidores, compartiremos un paseo por la idílica villa romana-medieval de Pollença, luego nos iremos a bañar a las playinas de Cala Sant Vicenç y luego les mostraré muchos de los platos con los que cenamos en uno de mis restaurantes favoritos del Norte de Mallorca, que se llama Clivia y está en una ancestral casa de Pollença.
Quiero rendir mi humilde homenaje a Luis G. Cortés, a su madre Doña Antonia, a su socio Joaquín Muñoz y a su eficaz equipo de colaboradores, que practican en el restaurante Clivia un sensible arte gastronómico, que me obliga a ser uno de sus mas adictos clientes.
Han reformado su local consiguiendo un patio interior descubierto, fenomenal para poder cenar bajo la luz de la luna, con el único techo y bandera que son las estrellas.
Durante los meses de Junio a Octubre, los pescadores que capturan las deliciosas gambas rojas de Soller también suelen pescar uno de sus exquisitos depredadores, se llama Negrito o Carbonero, llegando a medir los ejemplares grandes hasta 1,5 metros y les aseguro que sabe aún mucho mejor que los mariscos y chipirones de los que se alimenta.
Es un pescado blanco, con pocas espinas y un poco gelatinoso, su sabor les recordará a una mezcla de gamba-calamar-mero y para mí es una de las mayores delicatessen del mar que habitualmente tienen en el restaurante Clivia y forma también parte muchas veces del creativo menú degustación de cinco platos con raíces que por 26 euros merece la pena probar en el Celler Ca’n Carrosa de Lloseta, Tel. 971 514 023. Es recomendable llamar previamente para que traten de conseguirlo y aunque al cocinarlo pierde mucha agua por su bajísimo contenido en grasa, las mejores formas de comerlo es, a la plancha, al vapor o marinado. |
Plaza Mayor e Iglesia de Pollença, al fondo está el típico Café Español Ca´n Moixet, donde desayuno algunos días.
Los 365 escalones del Calvari son testigos, cada noche del Viernes Santo, de la emocionante Procesión de las antorchas y subirlos y bajarlos es más que una experiencia religiosa.
Vista de la bajada por la tarde, desde la Capilla del Calvari, emocionante y espectacular visión con las colinas de Tramuntana al fondo.
Otra vista de la siempre animadísima Plaza Mayor de Pollença.
Visión de la Iglesia desde la subida al Calvari.
Una de las cruces de tres metros que conforman las doce estaciones del camino al Calvari, por el que se puede subir también en coche. Al fondo se ve Puerto Pollença.
En esta imagen he tratado de recoger el increíble ambiente hostelero nocturno del centro histórico de Pollença.
Cuando viajen a Pollença, traten de encontrar el rincón emblemático donde descansa este gallo.
Esta es la electrizante nueva terraza interior descubierta del restaurante Clivia de Pollença, que es uno de mis comedores favoritos.
Estas sabrosas gambas rojas de Soller solo cuestan 16 euros, les recomiendo prueben el vino blanco de Pollença Ca´n Vidalet, por 21 euros.
La lubina al horno con salsa de vino Malvasía, que sirven desespinada, es una de sus sublimes especialidades, por solo 23 euros.
El soufflé que preparan de postre es un de los mejores que he comido en mi larga vida de gourmet noveno dan.
Este es el pescado llamado negrito o carbonero, que les ruego deben tratar de probar. Seguro que lo recordaran, pues es un sublime manjar.
El solomillo de ternera mallorquina tiene un sabor superespecial; si les gusta la carne poco hecha lo disfrutarán, de guarnición me encantan los champiñones laminados empanados y acompáñenlo con un buen vino tinto de Pollença, llamado Xaloc y que cuesta 25 euros.
La paletilla de cordero mallorquín lechal asada en su jugo, que cuesta 22 euros, es otra de sus especialidades que crean adicción.
Encarguen a Luis o a Joaquín, al menos dos días antes, que les consigan de 600 a 800 gramos de langosta mallorquina por persona, para que les preparen uno de sus platos super-estrella, "La Caldereta de Langosta", su salsa con el sabor de los aromas de la almendra isleña y su fórmula secreta del Dios Baco les dejará pasmaos, como dijo mi sobrino Luis cuando le invité a probar un platazo de langosta del Cantábrico a la Parisienne, en la marisqueria La Zamorana, de Gijón.
Alguna vez, también con previo encargo de dos días, le encargo a Luis que me consiga unas pocas gambas de Soller, tamaño XXL, pues el tamaño a mí al menos sí me importa, pero el precio es el que marque el mercado, estas pocas de la foto fueron un capricho de 65 €.
La crema catalana es desde siempre uno de mis postres favoritos y la que hacen en Clivia es buenísima y superabundante, no teniendo necesidad como hago en otros restaurantes de pedir una segunda ración, si está, logicamente, buena.
Este sencillo aperitivo es uno de mis favoritos, seguro que les encantará, lo mismo que el aliño que dan a la sencilla ensalada de tomate troceado en pequeños pedazos, de sobresaliente.
Este helado es tan delicioso que por pudor omitiré su nombre, pero Luis o Joaquín saben perfectamente cuál es, queridos seguidores pantagrueles.
La primera joya que verán sus sorprendidos ojos cuando lleguen a Cala Sant Vicenç será esta inigualable imagen de Cala Barques.
Otra visión paradisíaca de Cala Barques en el Paraíso de Cala Sant Vicenç, recréense con ella.
En estas impolutas aguas de Cala Barques me daré mi solitario baño matinal.
Esta recoleta y pequeña playita se llama Cala Clara y está casi pegada a Cala Barques.
Cala Molins está a 500 metros de Cala Barques y es la mas grande de todas las playinas mágicas que conforman Cala Sant Vicenç.
Me estoy recreando en buscarles los mejores ángulos de Cala Molins, para que puedan levitar sobre todos sus problemas.
Última bellísima foto de Cala Molins; espero que mis amigos del restaurante Clivia disfruten de la fuerza seductora y comercial en Internet de mi web O.N.G. TurÍstica Virtual.
A un paseíto de 350 metros desde Cala Molins está la última joya salvaje sobre piedras; sin vigilancia, es para espiritus libres y cuerpos desnudos al sol y se llama Cala Carbó.
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