Por Javier Vidal, empresario hotelero catalán y corsario gastronómico independiente, que tiene la suerte de vivir y trabajar en Asturias.
Los primeros días de octubre del 2012, aprovechando un tiempo maravilloso, decidimos pasar en la salvaje playa de Zahara de los Atunes (Bandera Azul de siempre y para siempre) el otoñal "Veranillo gaditano del Membrillo".
El lugar escogido fue el sencillo hotel 2* Antonio, que está justo encima de su emblemático restaurante, que fundó en el año 1981 un hostelero ejemplar, al que le rindo mi humilde homenaje desde mi ONG Turística Virtual, y que se llama Antonio Mota Pacheco.
Aunque tiene justo detrás un nuevo hotel 4* que inauguró hace pocos años, elegí por necesidad vital estar 50 metros más cerca del mar y así poder acariciarlo sin intermediarios desde la terracita de la confortable habitación, que tiene un precio muy razonable y un aire acondicionado muy silencioso.
Este paradisíaco rincón playero está a solo un kilómetro de la supertranquila y turística población de Zahara de los Atunes y cada mañana me acercaba, dando un paseíto, a observar el pulso de sus habitantes, disfrutando de mi pasión fotográfica.
Como sabía que la temporada turística estaba a punto de acabar y no había cómodas tumbonas en la playa, al ser unos forofos de la Cultura del Sol, en el maletero de mi coche llevaba dos prácticas y poco pesadas sillas, para sentir las caricias del Dios Apolo, con la debida y segura protección a sus peligrosas quemaduras.
No me extraña que el sensible y buen actor vasco Imanol Arias tenga una vivienda en esa privilegiada zona, frecuentada también por la estirpe de toreros Rivera-Ordóñez, ya que el fallecido Paquirri había nacido en Zahara de los Atunes, en 1948.
Las personas amantes de la buenísima gastronomía Marinera gaditana, con mayúsculas, se sentirán absolutamente realizados con el buen hacer del equipo del restaurante Antonio, presidido por su experto y creativo chef, Joaquín Olmedo. El servicio de mesas es terciopelo puro y aunque el maître José Díaz estaba de baja, su segundo, Pepe Rodríguez, nos atendió de maravilla, notándose las coordinadores manos de los tres hijos del propietario y Pata Negra hostelero Antonio Mota, como lo calificó con admiración, en Zahara, uno de sus queridos vecinos.
En Barbate hay otro restaurante buenísimo que ya conocía y se llama El Campero pero esta vez no quise alejarme lo más mínimo, para desestresarme en este Sangri-La, donde se cocinan con mimo todos los fresquísimos productos del mar y de paso, olvidarme de los controles de alcoholemia, pudiendo beber los suaves vinos de la Tierra de Cádiz; Barbadillo, Tierra Blanca y el último en llegar con fuerza, el Entrechuelos, que fue el que más le gustó al experto paladar de mi mujer.
Cada mediodía me alejaba en soledad del contacto solar y almorzaba en esa irrepetible terraza exterior, una de sus muchísimas y atractivísimas tentaciones culinarias que hay en su carta, con una jarra de cerveza de presión, mezclada al 50% con limón Schuss, que está impresionante.
El tartar de cola blanca de atún rojo de almadraba, las tortillitas de camarones, las romanitas de cigala rebozadas, el Latapatún (con el que ganaron el primer premio de la IV Ruta del Atún 2012), unas acedias fritas, los salmonetitos fritos, las puntillitas, unas gambas a la plancha o una barata ración del extraordinario jamón 10 Vetas de Sierra Mayor de Jabugo son algunas de las delicatessen que probé satisfactoriamente.
Otra cosa que hacía al mediodía era dejar reservado, de su extraordinaria selección que cada día tenían en su expositor con hielo, el pescado o mariscos que íbamos a cenar alrededor de las 21 horas, después de haber quedado patidifuso con unos atardeceres de postal, cuyo espectáculo era rondando las veinte horas y duraba unos 15 minutos.
La urta al horno, desde siempre, es nuestro pescado gaditano favorito, seguido de la baila, también horneada al aceite, luego la dorada, el bocinegro o pargo, los filetes de pez limón a la plancha o un insuperable arroz caldoso con carabinero, calamar de potera y gambas peladas.
Punto y aparte son los langostinos de Sanlúcar a la sal, que jamás había probado, manteniendo un grado divino de jugosidad y que encargaba con tiempo, pues no los pueden tener todos los días en temporada ya baja, aunque a pesar de la abrumadora Crisis el restaurante estaba casi lleno todos los días y me alegro.
El razonable costo de las cenas se movía en una horquilla, sin excedernos en las bebidas y en los postres, de 40 a 55 euros por cada cubierto y al tener en cuenta la altísima calidad del producto, lo califico de muy Barato, pues en un lugar que solo por el entorno y el servicio es obligado tratar de vivir y pagar por tan singular experiencia gastronómica.
Espero volver durante los meses de mayo o junio, en que se puede ver con prismáticos, en el mar, a 500 metros del hotel, hacia el este, una de las cuatro levantás que hacen anualmente de la Almadraba del atún rojo, manteniendo una artesanal tradición fenicia y gracias a la que viven unas 500 familias de Barbate, Tarifa y Conil, que con la de Zahara son las cuatro Almadrabas, que este año pescaron unas 600 toneladas de este gran túnido que después de tener una agitada vida para sobrevivir durante 14 años, desea morir cerca de estas bellísimas playas gaditanas, pues parece que desean andar por los 6 kilómetros de esta salvaje playa de Zahara, en compañía de sus amigos y depredadores finales, los siempre hambrientos e insatisfechos humanos. La suya, queridos amigos, es una historia triste pero muy romántica, que les aconsejo ilustrarse previamente en Internet, para tratar de entender la magia que encierra el golpeo o Almadraba de los atunes rojos, que se venden en un 50% al rico y gourmet mercado japonés.
El día 1 de mayo pasado el restaurante Antonio compró un atún rojo de 297 kilos en la primera de las cuatro caladas que hacen en cada Almadraba, siendo un pescado del que se aprovecha más del 60% de su peso y que se conserva perfectamente, en frío, más de 12 meses.
Tengo dos jovencitas y atractivas sobrinas gaditanas, Mari Mar y Guadalupe, y a ellas es a quien dedico estos, mis dos últimos álbumes turísticos, esperando haber sabido fotografiar una pequeña parte de la mucha belleza que atesora esta, su soleada, afectiva y trabajadora gente y tierra andaluza.
Otro de los esenciales motivos por los que tengo que abandonar hacer más reportajes turísticos es por Solidaridad con los millones de desafortunados con los que no puedo compartir la excesiva suerte que me ha regalado el Injusto y mal repartido Destino y su sufrimiento me está afectando muchísimo a mi duro corazón. |